En los municipios de Telchac y Dzemul, al Norte de Yucatán, un grupo de hombres ha aprovechado, por generaciones, las charcas salineras de Xtampú. Los llamados hombres de la sal, basan su economía en la sal que obtienen de estas charcas, de las que son guardianes
El dúo de escultores Coderch & Malavia, galardonados con el Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura en su 52ª edición, expondrán su última creación ‘Gigante de Sal’, una escultura en bronce de cuatro metros de altura, al aire libre en la emblemática rotonda de las banderas de La Marina de València.
La pieza que se inspira en la danza Butoh, un baile japonés sumamente expresivo y que transmite el dolor colectivo que se siente tras una tragedia y el resurgir después de la misma, puede conectar muy bien con la sociedad actual que tiene que replantearse cuál será su papel en la reconstrucción social tras la crisis que está causando la COVID-19.
De este modo, el proyecto profundiza en los cambios que se generan tras las grandes tragedias, cuando surge una conciencia de humanidad y de grupo muy fuerte. En este caso, los artistas tratan de expresar a través del cuerpo retorcido del Gigante de Sal la esencia de la vida: caer y revivir, buscando la comunión entre opuestos y sobre todo, tratando de aprender de nuestros errores.
"De nuestro cuerpo emana otro cuerpo: fantástico, monstruoso, intenso, soñado, con sed de eternidad..."
Éste video es un fragmento del espectáculo de danza butoh "Gigante de Sal", concebido e interpretado por Fred Herrera. El autor define su obra como "un canto corporal a la noche antigua, huevo primordial donde el gusano se metamorfosea en mariposa y la momia enterrada con sus tesoros recorre el laberinto de su pirámide bebiendo en el río de la memoria. Danza de la imaginación".
La pieza fue estrenada en Costa Rica el 4 de junio de 2013 en el Teatro de la Danza del Centro Nacional de la Cultura (CENAC). Desde La Sandía nos complace haber realizado este trabajo y brindamos nuestra más sincera admiración a Fred Herrera por haber concebido una obra excepcional.
Disfruto mucho, como sabéis bien, mis queridos lectores, localizando y leyendo en obras antiguas noticias de lo más diversas sobre la sal y la razón no es otra sino porque en un solo grano, dicen, se esconde todo un universo, lo que me permite degustar sabrosos viajes por todo el orbe de la tierra solo con el paladar de la mirada.
Este condimento fue considerado "divino" por Homero, Platón, Plutarco y otros escritores de la Antigüedad clásica, pero hubo también quienes le dieron el apelativo de "oro blanco". El origen, sin embargo, de esta denominación no lo había documentado todavía, no habiendo nunca dejado de buscar. Por fortuna no hace mucho descubrí una epístola latina compuesta entre los años 537 y 538 por el político y escritor latino Casiodoro (en latín Magnus Aurelius Cassiodorus Senator, fundador del monasterio de Vivarium). En esta carta encontré por primera vez una mención de la sal comparada con el oro o más bien tenida en mayor valor, aprecio y estima que el dorado metal.
La epístola completa, en la que Casiodoro, en calidad de prefecto pretoriano, ordena que los tribunos de las costas apresten las naves para llevar vino y aceite desde la provincia de Istria a la corte de Ravena, y en la que habla de la navegación y describe las penalidades sufridas por los marineros, sobre todo en el trabajo de las salinas, la epístola completa, repito, es toda de enorme interés, porque se dice que en ella se aporta la primera noticia histórica sobre Venecia. Ahora, en cambio, quiero que dirijáis vuestra atención al último parágrafo, que a continuación os traduzco así:
Toda vuestra atención está concentrada en las salinas. En lugar del arado o la hoz, hacéis rodar los rolínes ('cylindros'). De allí surge toda vuestra cosecha, cuando encontráis en ellos ese producto que no habéis fabricado. Allí se puede decir que se acuñó el dinero de vuestra subsistencia... En la búsqueda de oro puede haber alguien indiferente, pero no hay nadie que no desee encontrar sal, y con razón, ya que a ella se le debe que cualquier comida puede ser muy gustosa.
Este pasaje de la obra de Casiodoro me interesa sobremanera por dos razones: en primer lugar porque en ella encuentro que se menciona la sal por vez primera comparada con una moneda, por sí decirlo, "de subsistencia", es decir, como una especie de vitualla y dinero para la vida y el sustento más necesario que el oro, de ahí que no haya nadie que no quiera tener y poseer una mina de sal o una salina marítima, así como le ocurría al gran Cicerón, el Arpinate, quien defendía con denuedo la posesión de "sus salinas". En segundo lugar, esta epístola de Casiodoro despierta mi interés porque por primera vez también encuentro citado un instrumento propio de las salinas llamado cylindrus en latín.
Vivo, como sabéis, en Cádiz, una apacible provincia española abundante en salinas tanto de interior, pero sobre todo marítimas. Por ello he visto más de una vez a salineros trabajando en los tajos con el rastrillo o la pala (rastrum aut batillum), pero debo reconocer que nunca los había visto usando este tipo de cilindro que podéis contemplar en la imagen arriba adjuntada que encontré en cierto libro sobre las salinas de Canarias, eso sí, después de mucho buscar. Este utensilio, según parece, recibe diferentes nombres según las zonas de la tierra en las que se cultiva el "oro blanco", como, por ejemplo, en España, donde, también según la zona, se dice "rulo", "rodillo", "rolín", "aplastadora", "cilindro", si está hecho de cemento o piedra de molino, pues si es de madera, recibe otras denominaciones, como "pisón" o "maza", en cuyo caso, sin embargo, no tiene forma de cilindro, sino de martillo, aunque en ambos casos se usa como la pavicula romana, con la cual se apisonan y nivelan las eras, como Marco Porcio Catón antaño escribió al ilustrar su preparación (Tratado de agricultura 129):
Haz de la siguiente manera la era donde se trilla el grano: cávese la tierra por menudo, espárzase bien alpechín y que lo embeba lo más posible. Desmenuza la tierra y allánala con el rodillo ('cylindro') o con el pisón ('pavicula'); cuando esté allanada, no la dañarán las hormigas y, cuando llueva, no habrá lodo.
Este instrumento, según parece, sirve para preparar las eras no solo de tierra, sino también de sal. Nuestro romano gaditano Columela también describió con más detalle el modo de preparar la era en estos términos (Res rustica II 19, 1):
También la era, si fuese terriza, con el fin de que esté bien dispuesta para Ia talla, debe rastrillarse primero, cavarse después, y regarse con alpechín libre de sal mezclado con paja, pues haciéndolo así el grano queda a salvo del pillaje de ratones y hormigas; entonces se nivelará y compactará mediante pisones ('paviculis') o una piedra de molino ('molari lapide'), y tras echar paja encima se volverá a apisonar y se dejará así que el sol la seque.
Quizá penséis que no es importante saber y aprenderse los nombres tan numerosos de instrumentos pertenecientes a los diferentes oficios y que es suficiente, si acaso, con aprenderse dos o tres más definitorios. Pero todo depende del oficio que desempeñéis, mis queridos lectores. Si Plinio el Viejo, así pues, pensaba que "los seres humanos no podían vivir civilizadamente sin sal" y si para Cicerón no había nada más querido que "la posesión de sus salinas", que para él equivalía a la virtud romana de la urbanitasque conduce a la humanitas, por esta razón será necesario que nosotros, cultivadores de lenguas, y en especial de la latina, aprendamos bien y correctamente todos los instrumentos que pertenecen a los estudios humanísticos y a su cultivo, cuyos nombres ¿sabríais decirme por azar, mis queridos lectores, cuáles y cómo son?
Imagen tomada de aquí y adaptada por mí para este blog.
Un sencillo sistema de enfriamiento que funciona por energía solar pasiva podría proporcionar refrigeración de alimentos a bajo costo y enfriamiento de espacios habitables sin acceso a la red eléctrica. El sistema, que no tiene componentes eléctricos, aprovecha el potente efecto de enfriamiento que se produce cuando se disuelven determinadas sales en agua. Después de cada ciclo de enfriamiento, el sistema utiliza energía solar para evaporar el agua y regenerar la sal, lista para su reutilización.
Entre 1631 y 1634, una buena parte de la sociedad vizcaína mostró de forma airada y violenta su malestar por el aumento abusivo de la presión fiscal y de los precios
Que el pueblo pierda la paciencia es algo que no ha sucedido de forma frecuente a lo largo de la historia. Ahora bien, cuando pasa, el enfado es tan monumental que adopta la forma de rebelión e, incluso, puede llegar a convertirse en una revolución. Lo que ocurrió en Vizcaya entre 1631 y 1634 no llegó a tal grado de radicalidad, aunque sí reflejó la hartura de un sector de la sociedad -campesinos y comerciantes- que se sintió literalmente estafado. Aquella sonada protesta ha pasado a la historia con el nombre de la rebelión de la sal.
¿Por qué una referencia tan 'sabrosa'? La Real Orden del 3 de enero de 1631 estableció un aumento del precio de tan preciado producto, nada más y nada menos que en un 44%. Al mismo tiempo se comunicó al Regimiento de Vizcaya, órgano de gobierno del Señorío, que embargase de forma inmediata toda la sal para que, en adelante, sólo se pudiera vender por cuenta de la Real Hacienda. Obviamente, aquella medida era una auténtica locura. Un gesto déspota sin precedentes. En definitiva, un contrafuero en toda regla, puesto que vulneraba la libertad foral de comercio y el principio de exención fiscal. ¿Qué le ocurría a la Corona de España? ¿Acaso no eran los Austrias, representados entonces por Felipe IV, defensores a ultranza del ordenamiento foral vizcaíno? Nada había en su política de Estado que llevase a concluir que pretendiesen uniformizar sus dominios sobre la Península. Entonces, ¿qué razón había para aquella violación del derecho foral?
No obstante, esto no pareció preocupar a los amotinados. Cuando estalló la rebelión, en septiembre de 1631, la defensa a ultranza del fuero no fue una bandera de lucha explícita. Es más, existieron reclamaciones de muy diversa índole con un punto en común bien definido: su oposición a una constante y abusiva presión fiscal. Y es que toda queja parecía residir en el constante aumento de impuestos impulsado por una monarquía que, lejos de querer atentar contra el ordenamiento foral, lo único que pretendía era mantener su ruinosa política imperial en el norte y centro de Europa. Felipe IV, al igual que su padre y su abuelo, decía defender la ortodoxia y la fe, pero lo hacía a costa de empobrecer a su pueblo. Así, sus necesidades de dinero para mantener activa la maquinaria militar no sólo se reflejaron en un crecimiento exagerado de la fiscalidad, sino que provocaron una devaluación monetaria que supuso un peligroso aumento de los precios. Esto era lo que de verdad dolía a los vizcaínos, que desde mucho tiempo atrás sufrían la aplicación descarada de impuestos sobre los productos de consumo. Claro que, para que esto ocurriera, alguien debía de aprobar semejantes gravámenes. Así era. Sin ir más lejos, en 1629, el rey recurrió a las Juntas Generales para que le concediesen un donativo. Éstas, controladas por los miembros de la aristocracia rural vizcaína, muy bien conectada con los círculos de poder de la Corte, no tuvieron mayor problema en satisfacer la petición real. Lo que hacían era establecer impuestos indirectos a recaudar en las aduanas, que gravaban productos tales como los paños, la lana y el ganado. También se gravó el comercio de pescado y el vino. Con ello estaba muy claro a quién o a quiénes hacían daño.
Cuando el 23 septiembre de 1631 estalló el conflicto, las iras de los sectores afectados se dirigieron no sólo contra los representantes del rey, sino contra aquellos, los junteros, que habían permitido que se llegase a esa insultante situación. Tan exaltados estaban los ánimos aquel día, que hubo que posponer la sesión veinticuatro horas. Es posible que aquella medida fuera peor, porque el 24 de septiembre se congregaron unos 1.500 vecinos que exigieron «que se hablase en vascuence para que todos entendiesen lo que se dijera» y «que no debían de ser Diputados los que vistiesen calzas negras, esto es, los que se sustentaban como caballeros, sino las personas sencillas». Obviamente, ante semejante presión popular, se suspendió la aplicación de la disposición real. Molesto y contrariado, el Corregidor se hizo cargo del asunto y se mostró totalmente decidido a implantar como fuera el estanco de la sal. Esta fue la gota que colmó el vaso y el detonante inmediato de que llegase la sangre al río. En octubre de 1632, se dio muerte al procurador de la Audiencia del Corregidor. Campesinos, marinos, curtidores, sastres y demás miembros de múltiples oficios se movilizaron en Bilbao. Reclamaban a las autoridades municipales el levantamiento de todos los últimos impuestos aplicados. Las mujeres de los artesanos llamaban la atención de las esposas de las autoridades y les decían que «ahora sus maridos é hijos serían alcaldes y regidores, y no los traidores que vendían a la república». Esta presión dio sus frutos y los amotinados consiguieron que se bajasen los impuestos.
(Aritz LOIOLA/FOKU)
Cabecillas ejecutados
La última protesta se produjo en febrero de 1633. Unos 2.000 marineros y campesinos, armados hasta los dientes, se dieron cita en Gernika, en plena Junta General, para obligar a los junteros a que tomasen medidas favorables. No a los nuevos impuestos sobre el comercio, no a más pagos excesivamente gravosos empleados en la represión del bandolerismo y no a todos los impuestos y restricciones que se les venían aplicando de un tiempo a esa parte. Tan sólo una reivindicación hacía referencia al asunto de la sal, lo que indica hasta qué punto la cuestión de su estanco y aumento de precio no fue más que la chispa, la excusa que prendió los ánimos de la gente.
La represión que puso fin a la revuelta comenzó en mayo de 1634. El día 24, se detuvo a los seis principales cabecillas del movimiento, se les juzgó y se les dio muerte. Todo indicaba que los comerciantes bilbaínos habían cambiado de estrategia ante la radicalización de los acontecimientos. Ellos no querían una revolución social, en absoluto. Por eso la represión se orquestó desde Bilbao a cambio de que el rey levantase los impuestos. Finalmente, ese mismo año de 1634, la Corona decretó el perdón para los amotinados y tomó la decisión de no aplicar el estanco de la sal.
Creada la Mesa de la Acuicultura y la Salicultura en San Fernando
El Ayuntamiento isleño impulsa la creación de este órgano, que anuncia ya unas jornadas sobre el cambio climático para noviembre y un programa de educación ambiental específico
Salinas, en una imagen de archivo. / FITO CARRETO
REDACCIÓN
El Ayuntamiento de San Fernando ha impulsado, junto a las principales organizaciones sectoriales de la acuicultura y la salicultura, la constitución de la Mesa desde la que se trabajará para revitalizar estas actividades productivas, al tiempo que se pondrán en marcha acciones para velar por el medio natural y para centrarse en la lucha contra el cambio climático.
Cualquier población puede tener o habilitar un centro comercial, e incluso cualquier lugar puede pugnar por erigirse en sede de convocatorias excéntricas, pero no tantas saben encontrar dentro de su historia, de su naturaleza y de su misma esencia, la llave sencilla y singular de su solidez
De vez en cuando deberíamos preguntarnos por el sentido de lo que hacemos. Hay libros que nos llevan a esta pregunta.
Sal (Edicions 62, 2021) habla de gente que, hacia los sesenta años, o cerca de esa edad, se siente heredera del siglo XX de las grandes atrocidades, pero también de las grandes esperanzas de cambio.
Emma Riverola (Barcelona, 1965) es autora de novelas y dramaturga y columnista habitual de El Periódico. También lo es en esta novela de intriga, con la que debuta escribiendo en catalán, que conmina a un periodista a volver al ruedo, para entrar en el terreno de las preguntas prohibidas: qué clase de políticos, y durante cuántos años, miran para otra parte. Cómo es que el contribuyente tiene que pagar una planta desalinizadora... de un río. Estamos en el Bages, en donde una multinacional minera lleva años allí asentada.
La potasa se extrae de la tierra y el residuo es sal básicamente. Tres o cuatro toneladas de sal por tonelada de potasa. En el Bages hay minas de potasa desde hace mucho y también los problemas de la salinización que produce vienen de lejos. Ya en los años 20 del siglo pasado una empresaria textil denunció que las turbinas de la fábrica se le estropeaban por culpa de la salinidad del agua causada por las minas de potasa. Es el conflicto ambiental más antiguo de Catalunya.
A cuántas más preguntas, más inquietante es el silencio y la amenaza. Y más sólida esta intriga que, además de ser denuncia alta y clara, es un sensible retrato del paisaje moral y social que nos rodea. El de las fake news que destrozan vidas y el reino digital en el que todo vale.
Hoy este blog cumple años y por ello he querido celebrar esta efeméride de una forma especial. Nació un 18 de febrero de 2007, unos minutos más tarde que su hermano mellizo SAL. Ambos aparecieron para dar cuenta de todo lo que se refiere a ese elemento básico, necesario y fundamental para la vida de los seres vivos como es la sal. Una vez nacidos a la luz, no obstante, y tomar su nombre del blanco condimento, ambos hermanos tomaron rumbos diferentes. Así nació primero mi Scriptorium Academicum Latinum, cuyas letras iniciales así desarrolladas anunciaban el contenido y la lengua empleada; muy poco después nació este modesto blog, que, más rezagado y de paso más lento, de nuevo marcha espoleado por nuevos estímulos. De esta forma los lectores tienen ahora ante sí dos páginas, una escrita en la lengua sabia e inmortal, con la que su autora trabaja, otra en su lengua vernácula y materna, con las cuales espera desde la trimilenaria provincia gaditana aprender con sus acompañantes y nuevos visitantes a conocerse y a llevar una vida los más amena y civilizada posible.
Quienes somos, en efecto, de Cádiz, el lugar de España más al sur y la provincia Romana más antigua, o bien vivimos en la aledaña Isla de León solemos siempre relacionar enseguida la gracia y el donaire con la sal.
Quién no ha dicho u oído alguna vez frases como estas?: "¡Qué salao eres!" "¡Que salero tienes!" para referirse a una persona graciosa y con mucho "ángel".
Por alegrías de Cádiz el gran cantaor andaluz Juanito Valderrama cantaba estos versículos el siglo pasado:
Bahía de San Fernando
Chiclana y Puerto Real,
yo sé que hay tierras bonitas,
pero no con tanta sal.
Y si en la geografía española existía una moza que rompiera los moldes esa era la gitana de Cádiz, como declaraba un sainete del siglo XVIII:
Viva el chiste y el gracejo
de la perla gaditana.
Viva la gitana,
prototipo de la sal...
“Perlas gaditanas” eran también las “puellae Gaditanae”, famosas en el Imperio Romano por su gracia y su baile saleroso, elegante y sensual. He aquí, vista por Rafael Alberti a través del poeta hispanolatino Marcial (s. I d.C.), a Telethusa, “puella” eminente de la jocosa ciudad de Gades: :
El carácter rudo de los hispanos era proverbial, pero los de Gades estaban hechos de otra pasta, no solo brillaban sus salerosas puellae, también sus ingeniosos poetas, como Canio Rufo, que debía ser tan “salao” como nuestros poetas del Carnaval, según le describe su amigo Marcial:
Gaudent iocosae Canio suo Gades ("La juerguista Cádiz se divierte con su Canio”).
La sal siempre fue desde la Antigüedad Clásica una metáfora cultural de alcance universal: condimento en apariencia insignificante, que superaba a cualquier elemento básico en importancia y utilidad. Homero (s. VIII a.C.), Platón (ss. V-IV a.C.) y Plutarco (ss. I-II d.C.) la calificaron de “divina” por ser imprescindible para la nutrición, pues sin sal nada alimenta ni nutre por desagradable, insípido e incomible y sin nutrición no hay vida. De ahí su vínculo con “el saber” (del latín “sapere” que significa también “tener sabor”) y con “el ingenio” y “el humor”, elementos vitales para la convivencia pacífica y la cultura, como enunció Plinio el Viejo (s. I d.C.) en su maravillosa Historia Natural (31, 188): “No hay vida civilizada sin sal”:
Ergo, Hercules, vita humanior sine sale non quit degere, adeoque necessarium elementum est, uti transierit intellectus ad voluptates animi quoque eximias. Sales appellantur, omnisque vitae lepos et summa hilaritas laborumque requies non alio magis vocabulo constat.
"Por dios afirmo que no hay vida civilizada sin sal y hasta tal punto es un elemento necesario que, por una transferencia metafórica, a los placeres intelectuales también se les llama "sales". Y todo lo que es agradable en la vida, la suma diversión y el descanso de las fatigas no reciben otro nombre mejor".
Testimonio excepcional de la transferencia metafórica del valor de la sal fue Marco Tulio Cicerón (s. I a.C.), que mostró un agudo y refinado sentido del humor a lo largo de su obra y fue considerado por contemporáneos y por la posteridad como hombre de gran ingenio y el más grande orador. Consciente de esa fama, Cicerón en una de sus cartas, durante su proconsulado en Cilicia (50 a.C.), se quejaba a su amigo Volumnio de que este había protegido con poco celo los “derechos de propiedad de sus salinas”, porque, en cuanto partió de Roma, no defendió sus “sales” y se le atribuyeron los dichos ingeniosos de todo el mundo, hasta los de mal gusto. Quintiliano (s. I d.C.) corrobora esta imagen de Cicerón al referir que, tanto en la conversación cotidiana como en los debates oratorios y en sus interrogatorios a los testigos, era una fuente inagotable e inigualable de gracejo y sal. .
Por esa transferencia, así pues, de la que ya hablaba Plinio hace más de veinte siglos, un lugar idílico y ameno (locus amoenus) que abundaba en salinas “recibía” metafóricamente la gracia de la sal, como entona esta otra cantiña gaditana:
Cai, El Puerto y
la Isla de San Fernando,
Chiclana y el Trocadero,
donde se cría el salero.
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NOTAS:
*He añadido colores al bello cuadro de Viniegra inexistentes en el original, pues la pintura, al parecer hoy desaparecida, solo se conserva por fotos en blanco y negro publicadas en periódicos de la época.
Si quieres saber cómo se cosechan miles de toneladas métricas de sal en uno de los lagos más salados del mundo, mira este video:
Es el lago Retba de Senegal, también conocido como "Lago Rosa", donde los recolectores se adentran en las aguas de uno de los lagos más salados del mundo, incluso más salado que el Mar Muerto, para recolectar 60.000 toneladas métricas de sal al año.
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