Hoy este blog cumple años y por ello he querido celebrar esta efeméride de una forma especial. Nació un 18 de febrero de 2007, unos minutos más tarde que su hermano mellizo SAL. Ambos aparecieron para dar cuenta de todo lo que se refiere a ese elemento básico, necesario y fundamental para la vida de los seres vivos como es la sal. Una vez nacidos a la luz, no obstante, y tomar su nombre del blanco condimento, ambos hermanos tomaron rumbos diferentes. Así nació primero mi Scriptorium Academicum Latinum, cuyas letras iniciales así desarrolladas anunciaban el contenido y la lengua empleada; muy poco después nació este modesto blog, que, más rezagado y de paso más lento, de nuevo marcha espoleado por nuevos estímulos. De esta forma los lectores tienen ahora ante sí dos páginas, una escrita en la lengua sabia e inmortal, con la que su autora trabaja, otra en su lengua vernácula y materna, con las cuales espera desde la trimilenaria provincia gaditana aprender con sus acompañantes y nuevos visitantes a conocerse y a llevar una vida los más amena y civilizada posible.
Quienes somos, en efecto, de Cádiz, el lugar de España más al sur y la provincia Romana más antigua, o bien vivimos en la aledaña Isla de León solemos siempre relacionar enseguida la gracia y el donaire con la sal.
Quién no ha dicho u oído alguna vez frases como estas?: "¡Qué salao eres!" "¡Que salero tienes!" para referirse a una persona graciosa y con mucho "ángel".
Chiclana y Puerto Real,
yo sé que hay tierras bonitas,
Y si en la geografía española existía una moza que rompiera los moldes esa era la gitana de Cádiz, como declaraba un sainete del siglo XVIII:
Viva el chiste y el gracejo
de la perla gaditana.
Viva la gitana,
prototipo de la sal...
“Perlas gaditanas” eran también las “puellae Gaditanae”, famosas en el Imperio Romano por su gracia y su baile saleroso, elegante y sensual. He aquí, vista por Rafael Alberti a través del poeta hispanolatino Marcial (s. I d.C.), a Telethusa, “puella” eminente de la jocosa ciudad de Gades: :
ven a bailar bajo el sol marinero,
ven por la sal y las dunas calientes,
por las bodegas y verdes lagares.
El carácter rudo de los hispanos era proverbial, pero los de Gades estaban hechos de otra pasta, no solo brillaban sus salerosas puellae, también sus ingeniosos poetas, como Canio Rufo, que debía ser tan “salao” como nuestros poetas del Carnaval, según le describe su amigo Marcial:
Gaudent iocosae Canio suo Gades ("La juerguista Cádiz se divierte con su Canio”).
La sal siempre fue desde la Antigüedad Clásica una metáfora cultural de alcance universal: condimento en apariencia insignificante, que superaba a cualquier elemento básico en importancia y utilidad. Homero (s. VIII a.C.), Platón (ss. V-IV a.C.) y Plutarco (ss. I-II d.C.) la calificaron de “divina” por ser imprescindible para la nutrición, pues sin sal nada alimenta ni nutre por desagradable, insípido e incomible y sin nutrición no hay vida. De ahí su vínculo con “el saber” (del latín “sapere” que significa también “tener sabor”) y con “el ingenio” y “el humor”, elementos vitales para la convivencia pacífica y la cultura, como enunció Plinio el Viejo (s. I d.C.) en su maravillosa Historia Natural (31, 188): “No hay vida civilizada sin sal”:
Ergo, Hercules, vita humanior sine sale non quit degere, adeoque necessarium elementum est, uti transierit intellectus ad voluptates animi quoque eximias. Sales appellantur, omnisque vitae lepos et summa hilaritas laborumque requies non alio magis vocabulo constat.
"Por dios afirmo que no hay vida civilizada sin sal y hasta tal punto es un elemento necesario que, por una transferencia metafórica, a los placeres intelectuales también se les llama "sales". Y todo lo que es agradable en la vida, la suma diversión y el descanso de las fatigas no reciben otro nombre mejor".
Testimonio excepcional de la transferencia metafórica del valor de la sal fue Marco Tulio Cicerón (s. I a.C.), que mostró un agudo y refinado sentido del humor a lo largo de su obra y fue considerado por contemporáneos y por la posteridad como hombre de gran ingenio y el más grande orador. Consciente de esa fama, Cicerón en una de sus cartas, durante su proconsulado en Cilicia (50 a.C.), se quejaba a su amigo Volumnio de que este había protegido con poco celo los “derechos de propiedad de sus salinas”, porque, en cuanto partió de Roma, no defendió sus “sales” y se le atribuyeron los dichos ingeniosos de todo el mundo, hasta los de mal gusto. Quintiliano (s. I d.C.) corrobora esta imagen de Cicerón al referir que, tanto en la conversación cotidiana como en los debates oratorios y en sus interrogatorios a los testigos, era una fuente inagotable e inigualable de gracejo y sal. .
Por esa transferencia, así pues, de la que ya hablaba Plinio hace más de veinte siglos, un lugar idílico y ameno (locus amoenus) que abundaba en salinas “recibía” metafóricamente la gracia de la sal, como entona esta otra cantiña gaditana:
Cai, El Puerto y
la Isla de San Fernando,
Chiclana y el Trocadero,
donde se cría el salero.
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NOTAS:
*He añadido colores al bello cuadro de Viniegra inexistentes en el original, pues la pintura, al parecer hoy desaparecida, solo se conserva por fotos en blanco y negro publicadas en periódicos de la época.
Sandra I. Ramos Maldonado.
Universidad de Cádiz
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