LA MOLA SALSA Y LA MURIES, TAREA DE VESTALES
Las Vestales
romanas tenían un papel primordial en la religión como vigilantes del
fuego sagrado de la ciudad, pero también eran las protagonistas en
diferentes fiestas religiosas como era el caso de los ARGEA, festividad
que se realizaba el 14 ó 15 de mayo, según autores y de la que podréis
saber más en el blog HORTUS
HESPERIDUM.
También en estos días las Vestales romanas tenían
como misión fundamental la preparación de uno de los ingredientes de la
mola salsa y la muries, productos necesarios para los sacrificios en diferentes festividades religiosas. Veamos
en qué consistían:
LA MOLA SALSA era una torta de harina salada, es decir, una mezcla de farro tostado y sal cocida.
LA
MURIES, se trataba de una salmuera cocida.
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Sobre la mola salsa, Bernardino Gómez Miedes nos transmite lo siguiente en sus Comentarios sobre la sal (Valentiae 1579, lib. V, cap. 15-16):
XV. 1. También tiene relación con esto la mola salada que antiguas
personalidades, principalmente de los griegos, empleaban para realizar todo
tipo de sacrificios rituales, y que los romanos también imitaron. Así habla de
ella Ovidio (fast. 1, 337-338):
Lo que podía ante los dioses atraerse a los hombres
era el trigo y una límpida pizca de sal pura.
2. No se realizaba ningún sacrificio sin una mola salada, porque basaban en la sal el poder principal del sacrificio. También Virgilio (ecl. 8, 82) habla de ello:
Esparce mola con sal.[1]
3. Incluso Plauto (Amph. 739-740):
- A Júpiter protector
Hoy ha sido preciso invocar con mola salada o con incienso[2].
4. La sal, así pues, era considerada como el elemento primordial de los tres componentes sagrados de los que constaba la propia mola, número que los antiguos consagraron no sin razón para la realización de todo tipo de sacrificios.
5. Cicerón en su libro La adivinación tocó la cuestión en estos términos (diu. 2, 37): «La cabeza está en el hígado, el corazón en las vísceras, se desvanecerá en seguida tan pronto como rocíes mola y vino», entendiendo por mola cebada y sal bañadas en vino. En efecto, así como a través del vino se alude a la bebida, a través de la cebada a la comida a título de frutos, pero a través de la sal, que no es de por sí comida ni bebida, se alude al condimento que asocia a ambos, con los cuales la naturaleza humana se sustenta adecuadamente, así también los que hacen sacrificios, aplicando esta misma sagrada triplicidad, a través de la cual se expresan los sentimientos humanos, pensaban que los dioses estaban en paz con ellos y así apelaban a su bondad. Con el vino, en efecto, se les animaba a velar por ellos, con la cebada a protegerlos y con la sal, en fin, que indica la pureza del que hace el sacrificio y sin la cual las anteriores ofrendas no resultan gratas a los dioses, se les inducía a que fueran condescendientes con ellos.
6. Por esta razón era tanta la veneración a la sal, que las vírgenes Vestales, en cuyas manos estaban los más importantes e inviolables sacrificios, cuenta Fabio Píctor, según se lee en Nonio Marcelo, (VARRO, frg. Non. p. 223) que acostumbraban a cortar la sal con una sierra de hierro, sobre todo para que la sal golpeada no se esparciera por el suelo y en consecuencia fuera pisoteada monstruosamente la sal con la que debía rociarse el sacrificio que había que hacer a los dioses. Estaban convencidos, como decía, de que los sacrificios no podían ser desagradables a los dioses si se rociaban con mola salada.
7. Así, pues, Plinio escribió (nat. 12, 83): «Y los dioses eran más propicios a los que suplicaban con una mola salada, incluso como está claro, más benévolos».
8. También Homero describió este hecho al referirse a los griegos que hacían sacrificios en Troya[3]:
Y en seguida pareció que habían aplacado a los dioses cuando rociaron
los sacrificios con mola salada.
9. También Horacio (carm. 3, 23, 20):
Apaciguará a los penates hostiles
con trigo sagrado y una pizca de crepitante sal.
10. Y él mismo de nuevo (sat. 2, 3, 199-200):
Cuando tú colocas ante el altar como novilla a tu dulce hija en Aulide
y rocías su cabeza con mola salada, malvado.
11. A esto parece que también se refiere lo que dice Lucano (1, 610):
Ya había empezado a verter el vino
y a llevar las molas con la hoja de su cuchillo inclinada.
12. En fin, para dejar a un lado a otros muchos poetas que han discutido y tratado acerca de esta mola salada, ahora expondré brevemente los ritos o ceremonias con que los griegos y los romanos solían aplicarla a los sacrificios, tal y como lo he recogido de los comentadores de estos mismos poetas.
13. Así era el orden que se seguía en los sacrificios. Los que iban a realizarlos tenían la costumbre ante todo de lavarse las manos, luego, pronunciando algunas palabras mágicas, esparcían sobre las aras molas saladas; al final exponían a la gente qué cosas eran dadas a entender a través del sacrificio. De ahí que en lo que respecta a la mola salada, ésta no era otra cosa que trigo o cebada rociada con sal, que se vertía sobre el ara antes del sacrificio, es decir, era un augurio de las abundantes cosechas que se esperaba recoger del campo aquel año. Y los dioses pensaban que esto era muy agradable porque, así como la cebada era el primer producto del año que aparecía distribuido con absoluta largueza por los dioses, así también era lo primero que los hombres ofrecían a los dioses piadosamente y con generosidad.
14. Por otra parte, mezclaban la sal con la cebada no tanto porque reconocían que era agradable en la comida y apropiada para la reproducción, como porque pensaban que era un símbolo muy efectivo para pactar y realizar la alianza entre los hombres y los dioses. Pues así como la sal por la fuerza del sol, como he dicho, se condensa en un solo cuerpo a partir de la mezcla de líquidos ácueos y de tierra[4], así también los pensamientos y sentimientos humanos, aunque diferentes entre sí, con la anuencia de Dios se unen en un todo, saben muy dulcemente y a través de ellos se degusta a la vez lo divino y lo humano.
XVI. 1. Y no rechazan un rito casi semejante la devoción cristiana o la doctrina eclesiástica, pues se preocupan de que, nada más nacer, seamos impregnados de manera piadosa y muy sabia con la sagrada y purificadora sal. Y esto se hace para concertar y conservar la alianza divina, aunque tantas veces interrumpida por Satanás, el enemigo más funesto del género humano, porque es muy fácil que, concertada con esta misma sal, ora detenga, ora haga fracasar y aplastar cualquier astuto intento de tan gran terrible enemigo. Pues de la misma manera que la sal contra las heridas venenosas y las mordeduras de serpiente se aplica muy eficazmente al cuerpo como remedio curativo, según opinión de Plinio (nat. 29, 120), sobre lo que hablé bastante en la conversación de por la tarde[5], así también la sagrada y purificadora sal reprime y aparta con mucha diligencia las mordeduras de la serpiente satánica y sus muy pestilentes alientos.[...]
[2] En el texto plautino de las ediciones modernas se lee te Prodigiali Ioui ... comprecatam oportuit (Sosias se dirige a Alcmena). Gómez Miedes, al transcribir este pasaje de la comedia Anfitrión, omite el pronombre te y sustituye comprecatam por comprecatum: no sé si su intención ha sido conferir a la cita un valor más general o gnómico o si la fuente renacentista consultada por el alcañizano, ya sea la propia comedia plautina propiamente u otra fuente indirecta, ofrece esta lectura.
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